Historia

Esa rara cupé llamada Sucupiro

En Uruguay encontraron una vieja cupé Ford V8 que participó en los inicios del Turismo Carretera entre las décadas del ’30 y ‘40, y le contaron la particular historia a SoloTC.

Oscar Malet y Humberto Zaki fueron 2 pilotos uruguayos que en 1938 y 1940 cruzaron el Río de La Plata encandilados por los destellos que comenzaba a irradiar el Turismo Carretera. Su coterráneo, Héctor Supicci Sedes, ya había entrado en la historia al ganar el Gran Premio del Sur en marzo del ’38 y convertirse en el primer extranjero vencedor en la categoría.

Malet compitió en el Gran Premio de ese mismo año (7ª competencia oficial del TC) y en el GP Internacional del Sur de 1939. En ambas carreras abandonó. Zaki, en cambio, solo disputó el Gran Premio Internacional del Norte de 1940 y tampoco logró arribar a la meta.

Ambos tuvieron en común el hecho de haber manejado la misma cupé Ford V8 que, como suele ocurrir con tantos autos que pasaron por el Turismo Carretera, fue pasando de mano en mano hasta desaparecer. Hasta que hace varios años atrás, Álvaro Rodríguez  encontró esa vieja cupé sin conocer en absoluto cuál era su historia.

“La primera vez que la vi fue en un taller de una empresa agrícola donde trabajaba mi padre. Ahí se hacía el mantenimiento de los tractores y camiones, y en un rincón se encontraba esta cupé rara pintada de rojo, con una franja blanca y un nombre: Sucupiro”, le contó Álvaro a SoloTC.

Cupé Ford Malet
La cupé luego del abandono de Malet en el GP de 1938.

El padre de Álvaro, encargado del taller, logró poner en marcha esa vieja cupé que la usaban para auxiliar a las diferentes chacras de la zona. “Recuerdo que mi padre limpió el carburador y el distribuidor, y luego de un buen rato logró ponerla en marcha. Jamás me voy a olvidar del sonido de ese V8”, detalló.

La cupé me la llevo a casa

Con el paso del tiempo volvieron a perderle el rastro, hasta que hace 9 años atrás, mientras Álvaro hacía su habitual reparto de soda por un barrio de Montevideo, encontró la cupé estacionada  en la calle. Muy desmejorada, pintada con antióxido gris. Se bajó y comenzó a preguntar de quién era. “La Sucupiro me la llevo a casa”, pensó.

Después de varias idas y vueltas con el dueño, logró comprarla. Una vez que la tuvo en su casa, recibió la visita de un amigo que, sorprendido, le contó que ese auto había pertenecido a un tío suyo. “Ahí nos enteramos de la historia. Con el tiempo logramos contactarnos con un hijo de Zaki quien vino a ver el auto y nos confirmó que era ese. Él tampoco podía creer que después de tanto tiempo todavía estuviera armado”, concluyó Álvaro, orgulloso de haber recuperado un pedazo de historia del Turismo Carretera.

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